Arenas movedizas

Mañana cuando era tan pequeño

por el Acantilado del Obispo caí

persiguiendo un pájaro sin dueño

y aterricé en un polvorín

de arenas movedizas

bajo un cielo de betún,

caracolas que agonizan

sin decir ni mu.

Cuando el gallo a sueldo de la madrugada,

llegó con su kikirikí,

desperté soñando que viajaba

desnudo con un maletín

de arenas movedizas

bajo un cielo de alquiler,

alfileres que agonizan

antes de nacer.

A mi cita fui pero el horizonte

se había cansado de esperar,

me llamó san Pedro por mi nombre

y no le quise contestar.

Y arenas movedizas

bajo un cielo de almidón,

paquebotes que aterrizan

sin pedir perdón.

Arenas movedizas

bajo un cielo regaliz,

ascensores que agonizan

por la cicatriz.